28 may 2012

11 Escándalos para conquistar el corazón de un duque: Capitulo 2 en español (1 parte)

Capitulo 2 (1 parte)


Hay una razón por la que las faldas son largas y los
cordones complejos.
La dama refinada no expone sus pies.
Ni una vez.
-Un tratado para las más exquisitas de las damas



Al parecer, los granujas reformados encuentran el deber
fraterno como una especie de desafío...
-El escándalo de la Hoja, octubre 1823


Era muy posible que el marqués de Ralston fuera a matarlo.
No es que Simon tuviera nada que ver con el estado actual de esta niña.
No era su culpa que ella se hubiera embarcado en su carruaje después de pelearse con, por lo que pudo adivinar, un arbusto de acebo, los adoquines de las caballerizas de Ralston, y el borde de su vestido.
Y un hombre.
Simon Pearson, el onceavo Duque de Leighton, hizo caso omiso de la rabia feroz que estalló por el pensamiento de el moretón violeta que rodeaba la muñeca de la niña y volvió su atención a su airado hermano que, actualmente, acechaba el perímetro del estudio de Simon como un enjaulado animal.
El marqués se detuvo frente a su hermana y encontró su voz.
-Por el amor de Dios, Juliana. ¿Que el diablos te pasó?
El lenguaje hubiera hecho que una mujer inferior se ruborizase. Juliana no se inmutó.
-Me caí.
-Caíste.

-Sí. - Hizo una pausa. -Entre otras cosas.
Ralston miró al techo como pidiendo paciencia. Simon reconoció la emoción. Tenía una hermana también, quien le había dado más que su cuota de frustración.
Y la hermana de Ralston era más irritante de lo que cualquier mujer debería ser.
Más hermosa, también.
Se puso rígido ante el pensamiento.
Por supuesto, ella era hermosa. Era un hecho empírico. Incluso con su vestido manchado, roto, que ponía a la mayoría de las otras mujeres de Londres en vergüenza. Ella era una mezcla sorprendente de piel delicada de porcelana inglesa, líquidos ojos azules, nariz perfecta, y barbilla impertinente y exótica italiana, todos los rizos salvajes del color de un cuervo y labios carnosos y curvas exuberantes que un hombre tendría que estar muerto para no darse cuenta.
No estaba muerto, después de todo.
Era que simplemente no le interesaba.
Un recuerdo brilló.
Juliana en sus brazos, subiendo en sus dedos de los pies, apretando sus labios en los suyos.
Se resistió a la imagen.
También era audaz, impetuosa, impulsiva, un imán para los problemas, y precisamente el tipo de mujer que él quería lejos de él.
Así que, por supuesto, había aterrizado en su carruaje.
Suspiró, enderezo la manga de su abrigo y volvió su atención hacia el cuadro que tenía delante.
-¿Y cómo tus brazos y tu cara se rayaron?
Ralston continuó como un perro.
-¡Parece como si hubieras corrido a través de un rosal!
Ella inclinó la cabeza.
-Yo podría haberlo hecho.

-¿ Podrías haberlo hecho? - Ralston dio un paso hacia ella, y Juliana le hizo frente a su hermano. No tenia nada que perder.
Ella era alta, lo que es raro en una mujer. No todos los días Simón conocía a una mujer con la que no tenía que agachar la cabeza para conversar.
La parte superior de su cabeza llegaba a su nariz.
-Bueno, yo estaba muy ocupada, Gabriel.
Había algo en las palabras, tan completamente superiores, que había hecho que Simón soltara su diversión, llamando la atención sobre sí mismo.
Ralston se volvió hacia él.
-Oh, no me reiría demasiado fuerte, si fuera usted, Leighton. Tengo casi resuelta la parte que hiciste para la farsa de esta noche.
La incredulidad disipo la diversión.
-¿Que hice? Yo no hice más que mantener a la niña alejada de arruinarse a sí misma.
-Entonces, ¿tal vez te gustaría explicar cómo es que los dos estaban solos en su estudio, con las manos unidas por su amor, cuando llegué?
Simón fue inmediatamente consciente de lo que Ralston estaba haciendo. Y a él no le gustaba.
-¿Que estás tratando de decir exactamente, Ralston?
-Sólo que las licencias especiales se han adquirido por menos.
Sus ojos se estrecharon en el marqués, un hombre al que apenas toleraba en un buen día. Este no estaba resultando ser un buen día.
-No me voy a casar con la chica.
-No hay forma de que me case con él, - gritaba en el mismo momento.
Bueno. Al menos estaban de acuerdo en algo.
Espera.
¿Ella no quería casarse con él? Ella podía hacerse condenado a un espectáculo peor. ¡Él era un duque, por el amor de Dios!
Y ella era un escándalo caminando.
La atención de Ralston había regresado a su hermana.
-Te casarás con quien yo te diga que te cases si continúas con este comportamiento ridículo, hermana.
-Tu lo prometiste... - ella comenzó.
-Sí, bueno, no estabas haciendo un hábito de ser abordado en los jardines cuando hice esa promesa. - La impaciencia infundido el tono de Ralston. -¿Quién te hizo esto?
-Nadie.
La respuesta demasiado rápida le molestaba. ¿Por qué no iba a revelar quién le había hecho daño? Tal vez ella no había querido hablar sobre ese asunto en privado con Simón, pero ¿por qué no con su hermano?
¿Por qué no permitir que la retribución se entregará?
-Yo no soy un tonto, Juliana. - Prosiguió Ralston. -¿Por qué no me lo dices?
-Todo lo que necesitas saber es que lo maneje.
Ambos hombres se congelaron. Simón no pudo resistir la tentación.
-Lo manejó, ¿cómo?
Hizo una pausa, sosteniendo su muñeca magullada en la otra mano de una manera que le hizo preguntarse si podría tener un esguince.
-Le pegué.
-¿Dónde? - Exclamó Ralston.
-En los jardines.
El marqués miró al techo, y Simon se apiadó de él.
-¿Creo que lo que tu hermano te estaba pidiendo que le digas en que lugar golpeo a su atacante?
-Oh. En la nariz. - Ella hizo una pausa por el silencio aturdido que siguió, y luego dijo a la defensiva, -¡Se lo merecía!
-Se muy bien que lo hizo, - Ralston estuvo de acuerdo. -Ahora me das su nombre, y voy a acabar con él.
-No.
-Juliana. Un golpe de una mujer no es un castigo suficiente por su ataque.
Ella entrecerró los ojos en su hermano:
-¿En serio? Bueno, había una gran cantidad de sangre teniendo en cuenta que fue el golpe de una mujer sola, Gabriel.
Simon parpadeó.
-Usted le hizo sangrar la nariz.
Una sonrisa de suficiencia cruzó su rostro.
-Eso no es todo lo que hice.
Por supuesto que no lo era.
-No me atrevo a preguntar...- Simón la empujó.
Ella lo miró a él, y luego a su hermano. ¿Estaba ruborizada?
-¿Qué hiciste?
-Yo... lo golpee... en otros lugares.
-¿Dónde?
-En su... - Ella vaciló, torciendo la boca mientras buscaba la palabra, luego se rindió. -En su Inguine.
¿Acaso no había entendido perfectamente el italiano, el movimiento circular de su mano en un área en general, que creía que era totalmente inadecuado para la discusión con una joven de buena crianza y habia sido inconfundible?
-Oh, Dios mío. - No fue claro si las palabras de Ralston se entendían como oración o blasfemia.
Lo que estaba claro era que la mujer era un gladiador.

Continuara...




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