La parte superior del vestido me quedaba como un guante, lo que acentuaba las curvas que Lucius me había ayudado a aceptar, antes de barrer plenamente como un tren, blanco como la nieve. Sin embargo, el corpiño no era de un blanco puro, como un vestido tradicional. Estaba recubierto con seda negra tan delicada, que creó un efecto hermoso, suave, como si fuera una neblina gris que giraba alrededor de mí.
Ese detalle solo, podría haber sido suficiente para hacer que mi vestido de novia no sea convencional. Pero yo quería más que sólo un vestido diferente. Yo quería un vestido que hablara de quien yo había sido en el pasado (la muchacha virginal) y también la mujer, la gobernante, en la que yo sabia que me estaba convirtiendo. Y entonces, yo había instruido al sastre sobre como tenia que estar colocada la seda negra, moldeada a mano, con el encaje de flores y hojas, enredadas como una vid salvaje a través de mi cuerpo. Un oscuro, toque dramático que simboliza, para mí, lo que Lucius llama el "lado oscuro de la naturaleza", al que me había unido cuando por primera vez me había hablado de los vampiros, y que estaba destinada a gobernar con él...
En el espejo, me encontré con mis propios ojos (oscuros y dramáticos, también, gracias a Mindy) y yo creía que mi mamá iba a tener razón. Realmente podría robarle el aliento a Lucius, como yo esperaba.
El espejo también reflejo una ventana a través de la habitación, y me di cuenta que la luz se desvanecía en el exterior. Los vampiros estaban juntándose en cualquier lugar secreto que Lucius había escogido para la ceremonia. Y yo estaba casi lista, salvo por una cosa...
De repente, el silencio que había en la habitación fue interrumpido por un golpe en la puerta que daba al pasillo, y olvidando mi vestido por un momento (olvide que Mamá y Mindy estaban allí para hacer cosas como abrir las puertas para la novia) me apresure a contestar la puerta.
Abriendo de golpe la puerta, me encontré a la persona a la que estaba previsto (temido, de alguna manera) que me esperaba. Mi garganta de repente se apretó, asentí con la cabeza para que el entrara, sabiendo que el criado en realidad no necesita ninguna instrucción.
Y como yo había esperado, él anduvo directamente, sin palabras, a una pequeña mesa y dejo la bandeja de plata que llevaba.
Entonces, todavía sin decir una palabra, se retiro a esperar afuera mientras realizaba el primer ritual para mi boda. El que más me asustaba.
En el próximo capitulo: ¡La ceremonia empieza!
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